Ricardo Hausmann, economista venezolano, director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, el año 2015 en una entrevista realizada por Juan Andrés Guzmán, desmenuzó la cultura empresarial chilena, concluyendo que esta frenaba el crecimiento.
Ya en ese entonces, indicó que Chile enfrentaba un problema de crecimiento de largo plazo, escondido por el boom de las materias primas y por el terremoto, que hizo que el gobierno de la época gastara una fortuna en construcción. Y que nuestra economía presentaba un problema de crecimiento y no de reparto.
“La mayoría de las nuevas empresas las crean personas de entre 35 y 45 años que llevan 20 años de experiencia laboral en una empresa exitosa y que deciden independizarse. A su vez, la mayoría de las habilidades que posee una fuerza laboral las adquiere en el propio trabajo; por lo tanto, lo que una sociedad sabe hacer, se sabe principalmente dentro de sus empresas, no en sus escuelas”.
El punto es que, si esas personas no tienen el apoyo para emprender, no darán el salto y las empresas que necesitamos para crecer, no serán creadas. Eso es lo que Hausmann cree que ha estado pasando en Chile: “El nacimiento de nuevas empresas es un acto de grandísimo riesgo. Y si la sociedad no está organizada para minimizar la mortalidad de empresas en sus primeros momentos, la gente se arriesgará menos y eso se traducirá en una sociedad relativamente poco dinámica en su creatividad.”
Esta mirada plantea algo paradójico: el apoyo que esos nuevos emprendimientos necesitan está en las compañías de hoy, los que podrían convertirse en sus eventuales competidores.
Una forma de resolver este problema es desarrollando esta capacidad desde las empresas, gestionando el desarrollo de actividades emprendedoras en el seno de una organización para innovar o reformular su (s) modelo (s) de negocio.
Actualmente miles de proyectos disruptivos amenazan modelos de negocio tradicionales - en algunos casos centenarios, que han estado protegidos durante décadas por barreras de entrada infranqueables hasta la aparición de internet. Este cambio puede apreciarse en el Standard and Poors 500, en el que el periodo de permanencia de las empresas se ha ido reduciendo paulatinamente. Si en 1996 la vida media de una empresa cotizada en este índice superaba los 40 años hoy en día apenas bordea los 20, y las proyecciones auguran que este descenso será una constante.
Estos fenómenos de cambio e incertidumbre permanente agudizados por la era digital son un quebradero de cabeza para los responsables de negocio, quienes buscan nuevas vías de innovación que permita a sus empresas distinguirse de su competencia - cada vez más prolífica e imprevisible.
Una iniciativa que empresas GAFA (Google Apple, Facebook y Amazon) operan desde sus sus inicios, por la vía de liberar un 20% o más del horario laboral a los trabajadores que quieran emprender internamente; si los proyectos innovadores que proponen salen adelante pueden llegar a obtener beneficios adicionales, así como participaciones en la iniciativa.
Los expertos ven una solución en la figura del intraemprendimiento, término acuñado en 1985 por Gifford Pinchot, que consiste en desarrollar una actividad emprendedora en el seno de una organización que ya existe; para así aportar iniciativas innovadoras orientadas, en el peor de los casos, a la reformulación de su modelo de negocio.
Esta estrategia en nuestro país de hoy, más que recomendable, parece imprescindible.